Cuando se promulgue la ley, deberá actuarse en consecuencia. Yuya: plagio a los tenangos
Actualizado: 9 nov 2020
Hace algunos meses fue motivo de festejo en un sector de académicos, gestores culturales y gente empática con las creaciones de los grupos indígenas, el hecho de que, finalmente, se anticipa que la ley contemplará el uso indebido de cierto patrimonio indígena y afromexicano; particularmente, el plagio de la iconografía indígena. La iniciativa de “Ley de salvaguardia de los conocimientos, cultura e identidad de los pueblos y comunidades indígenas y afromexicanas”, fue propuesta en noviembre de 2018 por los senadores Susana Harp y Ricardo Monreal. Dicha iniciativa de ley tiene como objeto:
“[...] la protección del uso no autorizado de los conocimientos, cultura e identidad de los pueblos y comunidades indígenas y afromexicanos. Se trata de atender una laguna jurídica que posibilita que personas ajenas a estas comunidades, se apropien de sus conocimientos y expresiones culturales sin que les participen de los beneficios que genera el uso y el aprovechamiento de esos bienes. Los indígenas y los afromexicanos, aunque son portadores de culturas centenarias, siguen viviendo en condiciones de pobreza, marginación y de exclusión económica y social”. [1]
Por supuesto que celebramos que el tema esté sobre la mesa y que no sólo sean algunos activistas quienes estén haciendo ruido al respecto, sino que ahora esté en la agenda de quienes definen los rumbos del país. De eso se trata: representantes del sector gubernamental, académicos y gestores o miembros de la sociedad civil; es decir, una "polifonía de voces".
Sin embargo, desde mi punto de vista, dicha ley muestra varias inconsistencias. A partir de mi experiencia como antropóloga que trabaja en comunidades de artesanos y artistas indígenas con un largo historial de agravios por plagios y problemas relacionados con la propiedad intelectual y los derechos colectivos, me cuestiono sobre la forma de operar de dicha ley. Me preocupa que, a pesar de todas las buenas intenciones que puede tener esta propuesta, genere o fomente una serie de conflictos en el interior de las comunidades. Me parece que en la iniciativa hecha pública, no es claro bajo qué criterios están definidos los creadores indígenas y/o afromestizos ni quiénes los están legitimando. Supongo que los legisladores lo irán trabajando sobre la marcha. Espero.
Espero que cuando la iniciativa se materialice en una ley promulgada y en vigor, los plagiarios reciban la sanción correspondiente. Mejor aún, espero ver pago o remuneración a los verdaderos creadores, de la mano con una disculpa pública, reconociendo en primera instancia la falta hacia el grupo étnico del que se trate.
En los siguientes párrafos me enfocaré en el grupo étnico otomí oriental y, más específicamente, a los otomíes de la región hidalguense de Tenango de Doria y sus textiles, característicos de este grupo. Reconocemos como "tenangos" a los lienzos donde dichos otomíes orientales plasman íconos zoomorfos, fitomorfos, antropomorfos y otros motivos, que dan cuenta de la memoria colectiva del pueblo otomí. Los artesanos dibujan el contorno de los íconos sobre telas de distintos tamaños y posteriormente bordan sobre cada una de las figuras trazadas. Estas piezas artesanales se comercializan en la región otomí serrana y en muchas ciudades del país. Algunas piezas artísticas, sobresalientes por la destreza técnica con que fueron elaborados y la narrativa que logran, han recibido reconocimientos estatales y nacionales. Lamentablemente, los tenangos también destacan por la cantidad de de casos de plagio, apropiación o "inspiración lucrativa" por parte de terceros.
Lo he señalado en otros espacios: tanto las grandes casas de moda como diseñadores independientes, ilustradores, empresarios y artistas contemporáneos han retomado las figuras de los tenangos sin dar los créditos correspondientes. En el caso de algunos artistas contemporáneos se observa, por ejemplo, que ocupan los tenangos a manera de soporte, como si sólo se tratara de la materia prima de una obra, a pesar de que, básicamente, la obra es el tenango en sí. Hechos como éste son el mejor ejemplo de lo que caracteriza el plagio de todos esos acatores. A saber: discriminación. "¿Por qué debería dar reconocimiento a una minoría como ésa?", parece que se preguntan lucrativamente los plagiarios, apropiadores e "inspirados" discriminadores, quienes indudablemente cambian la palabra "minoría" por otras peyorativas y francamente procaces.
Si como bien lo indica la iniciativa de ley, se requiera una ley como la propuesta por el vacío legal en el que se encuentran los patrimonios iconográficos indígenas, entre otros, luego entonces cabe preguntarse por qué vemos casos insistentes de usos indebidos de los tenangos en empresas como Mango, Pottery Barn, Pineda 0Covalin, Lous Vuitton, Carolina Herrera, United Colors of Benetton, Mara Hoffman, Café Bola de Oro, Nestlé (Chocolate Abuelita), Bonafont, entre muchos otros.
Aunado a los anteriores, me detengo en un caso. La youtuber conocida en redes sociales como Yuya, es una joven empresaria señalada de cometer plagio iconográfico de los tenangos otomíes, al ocupar uno de esos diseños en su línea de maquillaje desde el año 2017. Al parecer dicho hecho no tuvo repercursiones más allá de los dimes y diretes en las redes, pues al respecto no hubo ningún pronunciamiento, ni siquiera del tono cínico: “no plagié, sólo me inspiré”. Dato interesante: la empresa Mango sí reconoció el uso indebido y lucrativo de la iconografía en un suéter y al parecer –tal como lo señaló su director de comunicación– el stock sería retirado.
Yuya destaca por el silencio al respecto, doblemente grave por tratarse de una joven que, como lo señalan las notas periodísticas, tiene influencia en algún sector de la población de adolescentes de México. Así, sin más, ella ocupa los íconos zoomorfos de un tenango y listo, a promocionar en redes sociales. Acto seguido: jóvenes a consumir, sin cuestionar. Es claro que en su línea de maquillaje hay un uso lucrativo, aunque a ella y a su equipo les parezca cosa menor ocupar un ave bordada por artistas y artesanos otomíes, como parte central de la propaganda y el diseño del maquillaje.

Foto tomada de: El Universal (08/11/2017)
¿Seguirá sin haber sanciones para quienes plagien la iconografía de estos pueblos? La iniciativa de ley pretende fomentar la equidad y hacer cumplir las garantías de los creadores, pues precisamente de ello partió la propuesta:
“Entre las deudas que el Estado mexicano tiene con los pueblos indígenas y afrodescendientes, destaca el hecho de que su patrimonio cultural e intelectual […] está siendo constantemente violentado a causa de la falta de protección jurídica, lo que provoca que sistemáticamente haya una transgresión de los derechos humanos y libertades fundamentales de estas comunidades”. [2]
Las comunidades otomíes no necesitan mensajes "buena onda" de parte de la youtuber; quieren remuneración y, sobre todo, respeto. Se propone que con esta nueva iniciativa de ley, se cuente con la anuencia de las comunidades creadoras, e incluso que se firmen contratos de licencia de uso que incluyan “los términos de remuneración justa o el esquema de distribución de beneficios”. Hasta donde sé, esto no se ha dado entre Yuya y los nyühü o ñähñu (otomíes orientales). Esto demuestra que, o bien peca de ingenuidad, o bien a ella y a su equipo les tiene sin cuidado plagiar a los creadores otomíes. Hay que aclarar que los artesanos otomíes no están cerrados al diálogo y mucho menos al comercio artesanal a gran escala. De lo que se trata es de buscar un comercio justo, equitativo, en el que se reconozca a los creadores, colectivos o individuales.
Algo no camina bien cuando, en el escenario antes descrito, precisamente esta joven fue postulada para recibir la medalla Belisario Domínguez que otorga el Senado de la República, uno de los máximos reconocimientos a mexicanos destacados. ¡Patético! Yuya, la plagiaria, contendiendo con gente destacada en el ámbito de la ciencia, de las humanidades y la cultura, así como defensores de derechos humanos. Compitiendo con personas como Rosario Ibarra de Piedra o Carmen Aristegui. ¡Vaya ironía! Unas luchan por la libertad de expresión y los derechos sociales, y otra simplemente guarda silencio ante el plagio que ella dirige contra los otomíes de la región de Tenango de Doria.
No podemos omitir que fue el padre de esta joven llamada Yuya quien la postuló para recibir dicha presea, argumentando que es una promotora de los derechos de la mujer y ejemplo para la juventud. Que se actúe en consecuencia, con ese mismo ímpetu. Que apoye a los jóvenes y a las mujeres artesanas de la región otomí oriental serrana que, si bien se sostienen en buena medida gracias a sus exitosas y reconocidas artesanías y a las remesas transnacionales, muchas y muchos de ellos se mantienen en la pobreza.
Esperamos que las autoridades comiencen a actuar en acuerdo con el marco legal y que, tan pronto se promulgue la “Ley de salvaguardia de los conocimientos, cultura e identidad de los pueblos y comunidades indígenas y afromexicanas”, la apliquen. De lo contrario, seguiremos en el juego de la simulación.
Libertad Mora
Facultad de Artes, BUAP
05/02/2019
[1] http://sil.gobernacion.gob.mx/Archivos/Documentos/2019/12/asun_3974114_20191203_1574955251.pdf
[2]
http://sil.gobernacion.gob.mx/Archivos/Documentos/2019/12/asun_3974114_20191203_1574955251.pdf

Infografía tomada de: Rompimiento TV (06/12/2019)
Bibliografía sugerida:
Macho Morales, Diana. 2018. "Bordados tenangos: de patrimonio cultural a marca colectiva", en Estudios sobre conservación, restauración y museología, vol. 5, ENCRyM-INAH, México.
Mora Martínez, Libertad y Ociel Mora López. 2018. "Patrimonio e iconografía indígena: binomio en discusión", en Estudios sobre conservación, restauración y museología, vol. 5, ENCRyM-INAH, México.
Mora Martínez, Libertad. 2016. "Arte, artesanía y mercancía. Plagio a los indígenas", en Ojarasca en La Jornada, no. 232, México.