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  • Foto del escritorPiRed

Migrantes otomíes y nahuas de la huasteca poblana a la deriva ante el COVID-19.

Los migrantes de México que trabajan en los Estados Unidos, “los verdaderos héroes mexicanos”, como los nombró el presidente de México en su primer informe de gobierno, hoy se encuentran a la deriva. No es fácil para nadie, para sus familiares, para el gobierno, pero sobre todo, para ellos. El camino luce incierto ante un panorama sombrío generado por la crisis del covid-19, pero también por la crisis económica. Las remesas de los migrantes representan uno de los ingresos económicos más importantes del país, muy por encima de lo que representa el petróleo y la industria turística en este momento. Durante el primer mes del nuevo año ingresaron al país 2,582 millones de dólares por concepto de remesas, de acuerdo con el Banco de México. Algo así como 62,206 millones de pesos al tipo de cambio actual.


En el estado de Puebla, los dos principales polos expulsores de migrantes a los Estados Unidos son la Mixteca y la Huasteca; ambas regiones tienen como zona receptora la Costa Este de la Unión Americana, donde el virus hoy es el foco de atención mundial. Algunas cifras señalan que un tercio de los casos de infección está en la población hispana, la mayoría de ellos jóvenes. Al respecto nos cuestionamos: ¿con qué tipo de seguridad médica o social cuentan estos jóvenes? Conociendo el tipo de gobierno actual que impera en aquel país, dudo que el trato ante la pandemia sea humanitario y medianamente equitativo. Ojalá nos equivoquemos al pensar en que las xenofobias y el pánico no son el común denominador.

Para nuestros paisanos, al menos aquellos de la Huasteca con los cuales he podido dialogar, es en los Estados Unidos donde generan los ingresos económicos para comer, para enviar a sus familiares y costear las fiestas de sus pueblos; es también donde crean amistades y redes de trabajo; es el espacio donde, y desde donde, reconfiguran sus tradiciones. Es en estos intersticios en donde surge y se recrea lo que se denomina cultura transnacional. Véase el caso de los otomíes de San Pablito –Pahuatlán– o los nahuas de Cuacuila o Nopala –Huauchinango–, ambos grupos de la Sierra Norte de Puebla, unos instalados en “Las Carolinas”, y los segundos en los barrios de Nueva York.

Sin embargo y pese al cariño que tienen de sus experiencias “de aquel lado”, insisten en que estar expatriado no es sencillo, pues se añora a la familia y el pueblo. En efecto, hacen comunidad a la distancia, pero los costos son altos. Hoy lo estamos observando, pues la insistencia que se hace de parte del gobierno es una negativa ante el posible retorno. Por un lado se entiende la gravedad de la crisis sanitaria, ya que en muchos de los pueblos emisores de migrantes no tienen la infraestructura para atender un eventual brote masivo de covid-19. Sin embargo, no por ello es menos crudo, tanto para migrantes como para familiares.


No es fácil para nadie, incluido el gobierno, que reconoce reiteradamente que son las remesas económicas uno de los tres primeros ingresos en la economía del país. Aunado a ello, agreguemos su aporte en las remesas socioculturales, aquello que nos identifica o distingue de otros, y que se convierte en algún tipo de capital social. Por ejemplo, hay jóvenes otomíes y nahuas que se arriesgan al cruzar al vecino país del norte para cumplir con una “manda religiosa”. Su respuesta es contundente:

“es arriesgado, pero al final todo se te regresa, es como una inversión”.

En parte sostienen la economía, pero también las tradiciones comunitarias, así lo vemos en la fastuosidad de sus festejos transnacionales.


Ya veremos qué pasa en los días siguientes, pues los indígenas de la huasteca poblana laboran tanto en el sector de la construcción, del campo, así como en la industria de los alimentos, en donde el COVID también está cimbrando implicaciones globales. Es frustrante pensar que estos jóvenes, a pesar de la cantidad de dinero que inyectan al país, estén en el desamparo total. No solo se trata de los miles de millones de dólares que dejarán de entrar a las regiones más pobres de la entidad por el concepto de remesas, que no es cosa menor; se trata, también, de una serie de cambios que sin duda, se avecinan para todos: para los connacionales como en el país entero.



Feria del Tamal en la comunidad nahua de Cuacuila, Huauchinango


Mayordomías en la comunidad otomí de San Pablito, Pahuatlán

Publicado el 6 de mayo en La Jornada de Oriente: link

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